lunes, 7 de octubre de 2013

El Papa Francisco y la Teología de la liberación.

Últimamente han aparecido afirmaciones y desmentidos sobre la postura del Papa, antes cardenal Bergoglio, respecto de la Teología de la liberación. El hecho de mantener como Presidente de la Congregación para la Doctrina de la fe al cardenal Müller, amigo y coautor de un libro con Gustavo Gutiérrez, parecía un apoyo del Papa Francisco a las tesis del la Teología de la Liberación.

Un artículo del Arzobispo Filippo Santoro <http://www.aciprensa.com/noticias/cuando-bergoglio-derroto-a-los-teologos-de-la-liberacion-recuerda-arzobispo-82582/#.UlGs0FCpUkg>, publicado el 28 de septiembre último, clarifica notablemente el pensamiento del Papa. Esencialmente la diferencia entre ambas posiciones está en que la postura del Papa coloca la prioridad en el enfoque de la fe, que parte de la acción del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en la Historia y en la Iglesia; y esta afirmación se hace explícitamente y para dar vida al espíritu del discípulo misionero que se adentra en la realidad social de injusticia y del grito de los pobres. He aquí alguna de las ideas del citado artículo.

Para este obispo, que estuvo presente en la V Conferencia del CELAM en Aparecida, El magisterio y la acción pastoral del Papa Francisco son el fruto maduro de dicha conferencia general del episcopado latinoamericano, que se realizó en Brasil, en el santuario mariano de Aparecida, en mayo de 2007,

El mismo obispo cita un párrafo del Clodovis Boff donde explica esa postura e indica que, sobre el tema del pobre como principio epistemológico de la Teología de la liberación, cuando se plantea la cuestión del pobre como principio, y si se pregunta si no viene antes el Dios de Jesucristo, la teología de la liberación suele dar un paso atrás y no lo niega. Pero lo que causa el problema es su 'indefinición' sobre una cuestión capital en la esfera del método; pues el dato de la fe representa un dato presupuesto, que permanece a la espalda, en lugar de colocarse como un principio operante y siempre activo.

Sin embargo esta ambigüedad quedó superada en la conferencia de Aparecida. Gracias a la intervención decisiva del Cardenal Jorge Bergoglio, que actuaba como presidente de la comisión encargada de la redacción final del documento. Dicho documento comienza invocando a la Santísima Trinidad: “Lo que nos define no son las circunstancias dramáticas de la vida, ni los desafíos de la sociedad, ni las tareas que debemos emprender, sino ante todo el amor recibido del Padre gracias a Jesucristo por la unción del Espíritu Santo”; porque según él, respecto a la dureza de la realidad, era mejor empezar con una especie de himno de alabanza a Dios.

La disputa abierta en la teología latinoamericana no estaba tanto en el uso del análisis marxista, y menos aún sobre la necesidad de una mediación de las ciencia sociales, sino sobre el origen de la novedad cristiana. Así que, en Aparecida, resalta la perspectiva de la fe y el sujeto nuevo que está en el origen de la liberación cristiana, el cual nace de algo que se diferencia del puro dinamismo social, no es fruto del esfuerzo del hombre y tampoco de la programación pastoral. La originalidad viene de la irrupción del Espíritu en la historia. Aparecida aportó, pues, una contribución notable y marcó un cambio de posición válido no sólo para América Latina, sino para toda la Iglesia.

Sin embargo, la ambigüedad sigue presente, porque el Papa Francisco, en su reciente viaje a Brasil, en el encuentro con la presidencia del CELAM, volvía sobre algunas tentaciones contra el discipulado misionero, y hablaba de la "ideologización del mensaje evangélico", afirmando: "Es una tentación que se dio en la Iglesia desde el principio: buscar una hermenéutica de interpretación evangélica fuera del mismo mensaje del Evangelio y fuera de la Iglesia. Un ejemplo: Aparecida, en un momento, sufrió esta tentación bajo la forma de asepsia. Se utilizó, y está bien, el método de ‘ver, juzgar, actuar’. La tentación estaría en optar por un ‘ver’ totalmente aséptico, un ‘ver’ neutro, lo cual es inviable. Siempre el ver está afectado por la mirada. No existe una hermenéutica aséptica. La pregunta era, entonces: ¿con qué mirada vamos a ver la realidad? Aparecida respondió: Con mirada de discípulo”.