Últimamente
han aparecido afirmaciones y desmentidos sobre la postura del Papa, antes
cardenal Bergoglio, respecto de la Teología de la liberación. El hecho de
mantener como Presidente de la Congregación para la Doctrina de la fe al
cardenal Müller, amigo y coautor de un libro con Gustavo Gutiérrez, parecía un apoyo
del Papa Francisco a las tesis del la Teología de la Liberación.
Un artículo
del Arzobispo Filippo Santoro <http://www.aciprensa.com/noticias/cuando-bergoglio-derroto-a-los-teologos-de-la-liberacion-recuerda-arzobispo-82582/#.UlGs0FCpUkg>, publicado el 28 de
septiembre último, clarifica notablemente el pensamiento del Papa. Esencialmente
la diferencia entre ambas posiciones está en que la postura del Papa coloca la
prioridad en el enfoque de la fe, que parte de la acción del Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo en la Historia y en la Iglesia; y esta afirmación se hace
explícitamente y para dar vida al espíritu del discípulo misionero que se
adentra en la realidad social de injusticia y del grito de los pobres. He aquí
alguna de las ideas del citado artículo.
Para
este obispo, que estuvo presente en la V Conferencia del CELAM en Aparecida, El
magisterio y la acción pastoral del Papa Francisco son el fruto maduro de dicha
conferencia general del episcopado latinoamericano, que se realizó en Brasil,
en el santuario mariano de Aparecida, en mayo de 2007,
El mismo
obispo cita un párrafo del Clodovis Boff donde explica esa postura e indica que,
sobre el tema del pobre como principio epistemológico de la Teología de la
liberación, cuando se plantea la cuestión del pobre como principio, y si se
pregunta si no viene antes el Dios de Jesucristo, la teología de la liberación
suele dar un paso atrás y no lo niega. Pero lo que causa el problema es su
'indefinición' sobre una cuestión capital en la esfera del método; pues el dato
de la fe representa un dato presupuesto, que permanece a la espalda, en lugar
de colocarse como un principio operante y siempre activo.
Sin
embargo esta ambigüedad quedó superada en la conferencia de Aparecida. Gracias
a la intervención decisiva del Cardenal Jorge Bergoglio, que actuaba como
presidente de la comisión encargada de la redacción final del documento. Dicho documento
comienza invocando a la Santísima Trinidad: “Lo que nos define no son las
circunstancias dramáticas de la vida, ni los desafíos de la sociedad, ni las
tareas que debemos emprender, sino ante todo el amor recibido del Padre gracias
a Jesucristo por la unción del Espíritu Santo”; porque según él, respecto a la
dureza de la realidad, era mejor empezar con una especie de himno de alabanza a
Dios.
La
disputa abierta en la teología latinoamericana no estaba tanto en el uso del
análisis marxista, y menos aún sobre la necesidad de una mediación de las
ciencia sociales, sino sobre el origen de la novedad cristiana. Así que, en
Aparecida, resalta la perspectiva de la fe y el sujeto nuevo que está en el
origen de la liberación cristiana, el cual nace de algo que se diferencia del
puro dinamismo social, no es fruto del esfuerzo del hombre y tampoco de la
programación pastoral. La originalidad viene de la irrupción del Espíritu en la
historia. Aparecida aportó, pues, una contribución notable y marcó un cambio de
posición válido no sólo para América Latina, sino para toda la Iglesia.
Sin
embargo, la ambigüedad sigue presente, porque el Papa Francisco, en su reciente
viaje a Brasil, en el encuentro con la presidencia del CELAM, volvía sobre
algunas tentaciones contra el discipulado misionero, y hablaba de la
"ideologización del mensaje evangélico", afirmando: "Es una
tentación que se dio en la Iglesia desde el principio: buscar una hermenéutica
de interpretación evangélica fuera del mismo mensaje del Evangelio y fuera de
la Iglesia. Un ejemplo: Aparecida, en un momento, sufrió esta tentación bajo la
forma de asepsia. Se utilizó, y está bien, el método de ‘ver, juzgar, actuar’.
La tentación estaría en optar por un ‘ver’ totalmente aséptico, un ‘ver’
neutro, lo cual es inviable. Siempre el ver está afectado por la mirada. No
existe una hermenéutica aséptica. La pregunta era, entonces: ¿con qué mirada
vamos a ver la realidad? Aparecida respondió: Con mirada de discípulo”.